Por Samuel Padilla
Uno de los puntos importantes para la liberación de lo femenino pasa por superar la dependencia emocional.
Hoy traemos un elenco -casi maquiavélico- de técnicas de manipulación emocional muy dañinas. Algunas parecen sacadas de un thriller de suspense o terror, pero ya sabemos que la realidad supera la ficción.
Creemos que está bien saber que existen estos comportamientos, para de esta forma, poder identificarlos cuando estemos de frente a uno de ellos.
Empecemos:
Uno de los puntos importantes para la liberación de lo femenino pasa por superar la dependencia emocional.
Hoy traemos un elenco -casi maquiavélico- de técnicas de manipulación emocional muy dañinas. Algunas parecen sacadas de un thriller de suspense o terror, pero ya sabemos que la realidad supera la ficción.
Creemos que está bien saber que existen estos comportamientos, para de esta forma, poder identificarlos cuando estemos de frente a uno de ellos.
Empecemos:
1. Gaslighting. Este
término proviene de la obra de teatro “Gas Light”, en la cual el
protagonista intentaba convencer a su mujer de que estaba loca,
manipulando diferentes objetos de su entorno e insistiendo en que estaba
equivocada cuando ella le hacía notar esas variaciones.
En
la práctica, esta persona se dedica a presentar falsa información, para
hacernos dudar de nuestra memoria y percepción y, en última instancia,
incluso de nuestra cordura. El abusador suele comenzar negando que
determinados eventos hayan ocurrido, hasta llegar a escenificar
situaciones raras que desorientan a su víctima. De esta forma,
terminamos dudando incluso de lo que dijimos un minuto atrás.
2. Silencio. El silencio también se puede utilizar como una táctica de abuso emocional. De hecho, la indiferencia asociada
al silencio causa profundas heridas emocionales porque no solo aumenta
el nivel de ansiedad en la víctima sino que también daña profundamente
su autoestima y provoca una enorme inseguridad.
El
abusador usa el silencio para castigar a su víctima, simplemente no
responde, se muestra frío y distante. De esta forma, tensa al máximo la
cuerda, hasta que la otra persona no puede más y termina disculpándose
por algo que no ha hecho. Así el abusador logra su objetivo: dominar y
manipular jugando con las emociones.
3. Proyección. Básicamente, se trata de un mecanismo de defensa a
través del cual les atribuimos a otras personas deseos y sentimientos
que son nuestros pero que no reconocemos como propios porque
desequilibrarían la imagen que tenemos de nosotros mismos. Así, al
proyectarlos sobre otros, nos sentimos aliviados.
En
el abuso emocional, la persona lo que hace es proyectar sobre su
víctima sus propias inseguridades, miedos y problemas. Por eso, acusará a
la otra persona de mentir, cuando en realidad es él quien miente, o le
acusará de ser infiel, cuando en verdad es ella la que traiciona. En
práctica, se trata de descargar su responsabilidad sobre el otro, para
crear confusión y cambiar su autoimagen, diseñándola a su imagen y
semejanza.
4. Intimidación encubierta. La
persona que recurre a las tácticas de abuso emocional no suele emplear
la agresividad y la violencia, al menos no de forma evidente porque su
principal objetivo es manipular a su víctima sin que su imagen se vea
dañada. Por eso, en muchos casos suele recurrir a la intimidación
encubierta.
Es
fácil percatarse porque su discurso está plagado de amenazas
indirectas, que quedan implícitas en sus palabras. De esta forma, le
deja claro a su víctima cuáles serían las consecuencias de sus acciones
y, de paso, puntualiza que la responsabilidad es únicamente suya, se
lava las manos. Por ejemplo, puede decir: “entiendo que no hagas nada, pero así terminarás con nuestra relación” o “si no inviertes ahora mismo, perderás todo tu dinero”.
5. Victimismo. Cuando
todas las tácticas anteriores fallan, el abusador suele recurrir al
victimismo. En práctica, descarga su responsabilidad en el otro,
haciéndose pasar por la víctima de la situación. De hecho, incluso es
común que terminemos compadeciéndonos y sintiéndonos mal por nuestro
comportamiento, cuando en realidad no hemos hecho nada malo.
De
esta forma el abusador genera un sentimiento de culpa que mantiene a la
víctima atrapada en su tela de araña. La empatía nos hace caer en sus
redes y, al convertirnos en el “malo de la película”, somos más
proclives a ceder a sus demandas. Así nos manipula sin que seamos
conscientes de ello. Frases típicas de este tipo de manipulación
emocional son: “con todo lo que he hecho por ti y así es como me pagas” o “me he sacrificado por ti y no lo consideras”.