Del amplio abanico de aspectos de la mujer que precisan una renovación y una maduración y ¡por supuesto! una identificación es el mundo de las emociones. ¿Quién cultiva la emoción, aunque imite a lo masculino? La fémina. ¿Quién vive del sentimiento? La fémina. El hombre también, pero en él no es tan fundamental como lo es para la mujer. La mujer es sensibilidad y emoción.
“La emoción, a decir de los neodarwinistas, constituye uno de los principales movimientos evolutivos de la especie”
Qué duda cabe que una de las expresiones emocionales más primarias en la mujer es su experiencia maternal. Emociones primarias como los estados de alerta, tristeza, alegría, tienen mucho que ver con su rol reproductor. A partir de esta experiencia surge un “estar” en el mundo, una manera de “sentirlo” y por supuesto deriva de ello un lenguaje. El uso de los diminutivos, por ejemplo, surge de la manera en que las madres se refieren a sus bebes.
El diminutivo indica por lo general el pequeño tamaño de algo pero con frecuencia expresa un sentimiento de protección o que algo se trata con cariño -como se ve frecuentemente en la forma de hablar a los niños-, o incluso puede ser un medio de expresar cortesía.
A su vez la manera en la que hablamos condiciona también nuestras emociones.
Las sociedades guerreras-patriarcales abolieron la amplitud expresiva del mundo de las emociones de las mujeres, de otra manera no se hubieran podido establecer.
Dieron valor a la maternidad de la mujer por lo que ello suponía de tener soldados para la guerra, pero socavaron la naturaleza emocional de la mujer, que expandía el mundo de sus emociones-afectos a todo su entorno. Lo dejaron circunscrito al ámbito exclusivo de la prole. Y con el tiempo, incluso éste, pensamos que se ha desvirtuado porque al ser “castrado”, se ha vuelto posesivo, obsesivo, y exclusivo.
La resultante es que, por una parte, la mujer ya no conoce su mundo emotivo; vive con las emociones que le impusieron o con los restos de lo que una vez “fue”. Este es, sin duda, el origen de sus patologías. Y por otra, nuestro mundo se ha visto privado de un lenguaje emocional femenino que le hubiera dado al mundo otra faz. Si la mujer hubiera podido expresarse a través de sus emociones el “lenguaje del mundo” hubiera sido otro; al menos estamos seguras de que no estaríamos ante signos que indican la posible desaparición de la especie, y el deterioro ecológico que sufre el bello planeta en el que habitamos.
Las emociones son funciones biológicas del sistema nervioso que nos permiten establecer pautas de supervivencia; ellas irrumpen en el curso ordinario de nuestra conducta y pensamiento y nos permiten dar una nueva orientación a éstos. Influyen en áreas vitales de nuestra vida, como son las meramente corporales, pues nos generan gestos y actitudes físicas; tienen una dimensión social pues somos una especie gregaria e influyen en nuestro lenguaje pues tendemos a expresarlas. Junto con el conocimiento, las emociones son vitales para dar respuestas a los problemas que plantea nuestro entorno.
Según Plutchik, “mediante la cognición el organismo elabora una representación del mundo, a través de su comportamiento modifica el medio y por medio de la emoción el conjunto de acciones y cogniciones adquiere un determinado sentido, siendo estos tres elementos los pilares básicos que aseguran la supervivencia de los organismos”.
Lo cual viene a confirmar nuestra opinión de que el mundo sería otro “mundo” bajo la emoción de lo femenino.
Siendo como es la sociedad humana desde hace milenios una jerarquía de poder, con lo que de dominio y control de unos sobre otros supone, vemos cómo quien domina establece los derechos y las obligaciones en el mundo de las interacciones, y la vivencia de éstas condicionan, sin duda, la experiencia emocional.
Es por ello que las emociones se convierten en una de las áreas de domesticación más amplias.
Finalmente las emociones que aparecen en un contexto social inevitablemente están dotadas del sentido que al poder le interesan. La estructura social condiciona nuestra respuesta emotiva o simplemente la anula.
La lista de lo “emocionalmente correcto” varía según las sociedades pero hay cosas bastante comunes; por ejemplo: los hombres no deben llorar y cuando una mujer se enfada y lo expresa es que está histérica.
No será fácil descubrir la identidad de nuestras emociones femeninas pues como vemos están muy domesticadas pero hay que hacer un esfuerzo porque será liberador para el varón y será igualmente una camino para hacer un futuro viable para la especie.
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